Hablaba, y no paraba de hablar, el ya estaba aburrido y nunca le pudo seguir el hilo de la conversación. Su cabeza se movía con un aire de comprensión pero su mente jugaba con los colores que le golpeaban los ojos.
De un momento a otro ella se levanta y se pega un tiro, el se sorprendió y lo único que llego a hacer fue sujetar su cuerpo para que no caiga al suelo.
Ahora los murmullos de una conversación lejana no se escuchan, y los colores no se pierden en la mirada.